viernes, 8 de agosto de 2014
Ramón Miralles (n. 1936)
Ramón Miralles Sarrión nació en Játiva, Valencia, el 27 de diciembre de 1936.
Jugó de interior o delantero centro. Jugó sucesivamente por el Olímpico de Xativa, Mestalla, Atlético Baleares, Mestalla, de nuevo.
En julio de 1961 fue contratado por el Córdoba CF y en su primera temporada en el conjunto andaluz logró el ascensó a Primera División. Los tres años siguientes en Primera fueron muy buenos, lo que hizo que diversos equipos se fijasen en él para contratarlo.
Ficha por el RCE Espanyol los últimos días de Julio de 1965. No es precisamente un pipiolo (28 años) pero le avala una excelente trayectoria de 4 temporadas en el Córdoba CF.
Llegado a tierras andaluzas tras su frustrada experiencia en el Valencia CF, Miralles participa activamente en uno de los momentos más históricos del club verdiblanco: el primer ascenso a 1ª División (1961-62). Sus goles no sólo ayudan al logro, también facilitan la posterior consolidación en la élite del fútbol hispano. 11 y 10 dianas en las temporadas 1962-63 y 1964-65 respectivamente, son cifras más que respetables.
El RCD Espanyol forma parte de sus víctimas. En los cuatro enfrentamientos mantenidos entre ambos clubes en las campañas 1963-64 y 1964-65, 4 de los 9 tantos que los del Arcángel endosan a los blanquiazules llevan su firma.
Interior derecha talentoso y de gatillo fácil, Miralles era un jugador tenaz, agresivo. Adaptable a diversas posiciones en ataque. Bueno con ambos pies. Notable con la cabeza. Un peligro en el área.
Su puesta de largo como blanquiazul llega la noche del 12-9-1965 en Sarriá frente al Real Zaragoza (1-1). Ese mismo día, junto a Miralles, también debutan Amas y José María. El quinteto atacante, pura ilusión, lo completan Alfredo Di Stefano y Rodilla. Nada que ver con la mediocridad de años atrás.
Miralles entra con buen pié. Titular indiscutible. Goleador. Y no sólo en Liga. También en Copa de Ferias. Suyo es el gol que maquilla la derrota frente al Sporting de Lisboa en la ida del Jose Alvalade (2-1) y el que significa el momentáneo (2-3) en el camino hacia la memorable remontada del 24-11-1965 en Sarriá (4-3).
La cosa no queda ahí. Sólo unos días más tarde (5-12-1965) el de Játiva vuelve a hacer de las suyas. Esta vez ante un Pontevedra CF que, pásmense, llega a Sarriá como sorprendente líder de la Liga cuando se llevan jugadas 11 jornadas. Los gallegos, tras mantener largo tiempo el (0-0) inicial, esquivan incluso la amenaza de un penalty en contra que José María lanza al limbo. Pero entonces aparece Miralles. Dos goles en apenas 10 minutos despiertan del sueño al conjunto granate (2-0).
A la semana siguiente partido especial. El RCD Espanyol visita Mestalla, el feudo en que Miralles no pudo triunfar. Con ganas de demostrar su verdadera valía, anota el gol que adelanta a los blanquiazules en el minuto 20' (0-1). Pero esta vez la cosa no acabará bien. El partido, lleno de brusquedades, acaba con 9 jugadores por bando y con derrota final (2-1).
Todo va como una seda hasta la mañana del 2-1-66. Todavía con la resaca del Nuevo Año la UD Las Palmas visita feudo blanquiazul. Primer partido de la 2ª vuelta y Miralles, como de costumbre, luce el dorsal 8. Para él, sin embargo, no será un partido más.
La extrema dureza de los canarios, consentida por el colegiado castellano Pardo Hidalgo, acaba teniendo consecuencias. Miralles, cazado poco después de la media hora, deja el césped sin esperar al intermedio y ya no reaparece tras el descanso. Rotura del ligamento lateral interno de la rodilla derecha. Adiós a la temporada. Una verdadera desgracia.
Cuando se recupera, el escenario es otro. Mucho mejor para el RCD Espanyol, pero bien distinto para él. Con la llegada de Marcial y Cayetano Re, el equipo da un salto de calidad indiscutible en la campaña 1966-67. Es la eclosión de "Los 5 Delfines", un quinteto atacante que juega de maravilla y encandila a la parroquia como hacía tiempo no se recordaba.
Marcial, con clase para regalar, se apodera del número 8. Pero no es el fin de Miralles. Ni mucho menos. Su tenacidad no conoce la palabra rendirse. Siempre al quite y gracias a su polivalencia, acabará por convertirse en un recambio de lujo para cualquiera de las piezas de la vanguardia españolista.
Juega poco, es cierto, pero aprovecha sus oportunidades. Su olfato de gol sigue intacto. En 15 partidos logra 3 goles. Casi siempre decisivos. Como el que supone la victoria en la Creu Alta ante el CD Sabadell (0-1) o el que acaba con la resistencia del Real Zaragoza en Sarriá (2-1). La grada le tiene un aprecio especial. No tardan en llamarle "El Sexto Delfín". En aquellos momentos, todo un honor.
Hubo quien llegó a decir que con el de Játiva en el equipo, los blanquiazules incluso jugaban mejor. Casualidad o no, hay un dato estadístico irrefutable: En la campaña 1966-67 "Los 5 Delfines" jugaron juntos 15 partidos en los cuales el RCD Espanyol sumó 15 puntos. Pues bien, curiosamente, en los 15 encuentros en los que tomó parte Miralles.....el RCD Espanyol logró mejores registros (21 puntos).
Para desgracia blanquiazul el fenómeno de "Los 5 Delfines" fue más bien efímero. Lejos de las expectativas creadas, la temporada 1967-68 es un canto a la mediocridad. Pero no por ello Miralles dejó de ver puerta. Sin ser titular indiscutible (sólo llegó a disputar 12 encuentros) logró la nada despreciable cifra de 6 goles.
Tras 3 temporadas como blanquiazul y viendo que su probada efectividad ante la meta rival no le garantizaba más minutos como titular Miralles, ya con 30 años, marchó al Granada CF finalizada la temporada 1967-68.
Adiós a un jugador de probada rentabilidad (15 goles en 45 partidos). Se lesionó en el peor momento. Cuando mejor estaba jugando. Luego vinieron "Los "5 Delfines" y ni aun así consiguieron cerrarle el camino. Que entre aquella colección de estrellas fuera conocido como "El Sexto Delfín", lo dice todo de Miralles.
Batallador, oportunista, condición ésta que le facultaría para figurar en cualquier alineación. Pero su gran “desgracia “ es que tenía delante a los cinco delfines, hecho que le condenaba estar siempre a la espera desde el banquillo.
En el Granada jugó dos temporadas más y posteriormente en el Ontinyent CF (1970-1971). Una vez retirado fue entrenador de equipos como el Levante UE (1976-1977) y la UD Alzira (1977-1978).
viernes, 1 de agosto de 2014
Cesáreo Rivera (n. 1940)
Cesáreo Rivera Pérez nació el 9 de marzo de 1940 en Carballiño (Ourense). En la villa ourensana de Carballiño, en
el equipo del Sporting se inició en la práctica del fútbol. Luego
perteneció al equipo juvenil del Santiago, donde mostró cualidades y
aptitudes que motivaron su encuadramiento en el Club Deportivo Ourense,
que militaba en Tercera División. Fue en
este equipo donde se confirmó la valía de Rivera como delantero, y
desde que comenzó a brillar en el Ourense, el Celta puso en juego todo
su arsenal de recursos para incorporar a Rivera a su
alineación.
Como las ofertas económicas de los vigueses no convencían a
los directivos ourensanistas, se intentó llegar con la amistad a donde
no se llega con el dinero y les cedieron por un año al defensa Antón Las
Heras. También Rivera puso todo de su parte, pero dejó indiferentes a
los directivos ourensanos cuando les habló del color que tenían las
ilusiones de su infancia. Al final, el Ourense hizo el negocio de su
historia traspasando a un jugador de sangre celeste por una cifra que el
Sevilla pudo pagar.
Hubo que esperar cinco largos años de magia en el Sánchez Pizjuán para comprobar que se vuelve siempre al primer amor. Nada
importó que el Celta cumpliese su séptima temporada en Segunda ni que
clubes como el Atlético de Madrid le hiciesen mejores ofertas, porque en
el verano de 1965 Rivera fichó por el Celta de Vigo.
Por eso, tras conocer la gloria en el Sevilla, llegó justo a tiempo para
que el Celta retornase a la Primera División; consiguiese la
permanencia en Riazor lanzando Rivera una falta de forma magistral que
enviaba además al Coruña a Segunda; y para conseguir en 1971 la quimera
de que el equipo más pobre de la Liga jugase la UEFA bajo el reinado de
su brazalete.
Los aficionados de la época consideraban a este jugador un prodigio en la conducción del ataque, un maestro en la ejecución de las faltas y algunas veces un centrocampista de insultante calidad.
Durante los años que el Celta disfrutó de Rivera, el carballinés, se convirtió en un jugador muy rentable, haciendo baratos los dos millones que el Celta pagó al Sevilla por su traspaso.
Rentable, como en la campaña 1967-68, en la que disputó los treinta partidos completos de la liga. Ni una lesión, ni una gripe, el centrocampista goleador, que junto a Abel consiguió el pichichi de segunda división, fue un ejemplo para sus compañeros.
Tras siete años en el Celta, con 32 años, decide abandonar el futbol, tras haber cumplido uno de sus sueños de niño, vestir la camiseta del Real Club Celta. Y no solo la vistió, sino que llegó a ser uno de los más grandes futbolistas que la han vestido.
Los aficionados de la época consideraban a este jugador un prodigio en la conducción del ataque, un maestro en la ejecución de las faltas y algunas veces un centrocampista de insultante calidad.
Durante los años que el Celta disfrutó de Rivera, el carballinés, se convirtió en un jugador muy rentable, haciendo baratos los dos millones que el Celta pagó al Sevilla por su traspaso.
Rentable, como en la campaña 1967-68, en la que disputó los treinta partidos completos de la liga. Ni una lesión, ni una gripe, el centrocampista goleador, que junto a Abel consiguió el pichichi de segunda división, fue un ejemplo para sus compañeros.
Tras siete años en el Celta, con 32 años, decide abandonar el futbol, tras haber cumplido uno de sus sueños de niño, vestir la camiseta del Real Club Celta. Y no solo la vistió, sino que llegó a ser uno de los más grandes futbolistas que la han vestido.
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